lunes, marzo 13, 2006

Las Heras - Santa Cruz - Argentina

Las brujas de Las Heras

Después de la protesta de los petroleros en Santa Cruz y la muerte del suboficial Sayago, el gobierno mandó a la Gendarmería para reprimir. Desde entonces, Las Heras está bajo un régimen militar: patrullajes permanentes, allanamientos violentos, presiones de todo tipo sobre los vecinos, detenciones arbitrarias, torturas a los detenidos. Por Marcelo R. Pereyra (Revista Contracultural)

Todo vale para amedrentar. Pasados ya treinta días, la caza de brujas continúa y la justicia no tiene todavía a quién colgar en la plaza pública. Mientras tanto, la Argentina se desangra por sus venas abiertas y hay otras muertes tan estúpidas y evitables como la del policía de Santa Cruz, pero son las muertes que a muchos les convine silenciar.

LA PATAGONIA TRÁGICA

A principios del siglo XX la solitaria y aislada estepa de la provincia argentina de Santa Cruz era un lugar de abundante oferta de trabajo y de un futuro promisorio. Los dueños de la tierra, latifundistas nacionales e ingleses, disfrutaban del aumento del precio de la carne y la lana de oveja. A pesar de lo magro del salario y de las inhospitalarias condiciones de vida y de trabajo, todos los días llegaban desde el norte del país hombres deseosos de progreso. Algunos de ellos eran criollos, otros chilenos y muchos inmigrantes europeos. Fueron estos últimos los que desembarcaron en el sur ventoso y árido las ideas socialistas y anarquistas que dieron origen a la constitución de las primeras organizaciones obreras, inexistentes hasta 1920.

Mientras tanto, en Buenos Aires, en enero de 1919 se producía la Semana Trágica: una huelga en los talleres metalúrgicos de la empresa Vasena fue duramente reprimida por la policía con el resultado de cuatro obreros muertos y más de cuarenta heridos. Pero lo peor fue que la policía también reprimió a la muchedumbre que participó del entierro de los metalúrgicos. Fue tal la indignación que durante diez días las protestas se desataron día y noche en casi todos los barrios de la ciudad. Hasta que Hirigoyen mandó al ejército y sus ametralladoras.

Dos años más tarde, en el sur patagónico, las protestas de los peones y ovejeros sindicalizados llegaron a tener tal magnitud que pusieron en tensión el orden latifundista. Entonces, sobrepasadas las fuerzas policiales locales, Hirigoyen recurrió de nuevo a los militares para exterminar todo tipo organización sindical, de protesta y a sus líderes. El 10 de noviembre de 1921 desembarcó en Río Gallegos, provincia de Santa Cruz, el teniente coronel Héctor Varela, jefe del 10º regimiento de Caballería. Con las detenciones y asesinatos masivos de los obreros rurales, Varela cumplió rápidamente con las órdenes que traía. Desaparecida la organización obrera, los patrones aprovecharon para reducir aún más el ya magro salario de los peones y agasajaron con un banquete de acción de gracias en el local de la Sociedad Rural al jefe de las tropas fusiladoras. El 27 de enero de 1923 Varela moriría en Buenos Aires a manos del anarquista Kurt Wilckens. El gobierno pocos homenajes le rindió al milico fusilador; más agradecidos fueron los latifundistas ingleses que colocaron esta placa en su tumba:

"Los británicos residentes en el territorio de Santa Cruz a la memoria del teniente coronel Varela, ejemplo de honor y disciplina en el cumplimiento de su deber"

LA HISTORIA VUELVE A REPETIRSE

85 años más tarde, la historia, como en el tango, vuelve a repetirse. Ahora los patrones son las empresas petroleras extranjeras y los explotados son sus obreros, pero el régimen feudal de expoliación, es el mismo (ver esta misma edición). En comparación con otros obreros del país los petroleros ganan sueldos superiores –nadie iría a trabajar a una zona tan poco acogedora por un sueldo “normal”-, pero se reducen significativamente al descontárseles el impuesto a las ganancias. Después de la devaluación, el gobierno de Néstor Kirchner se hizo el distraído y no aumentó el mínimo no imponible de este impuesto, conservando así el carácter regresivo e injusto del sistema tributario argentino, por lo cual muchos trabajadores rasos sufren un descuento que antes estaba reservado solamente para altos empleados, gerentes y funcionarios.

En Santa Cruz el descuento se siente mucho más porque el costo de la vida siempre ha sido el más alto del país. Hay un ejemplo de ello que es casi una burla de la historia: después de la masacrare de 1921, el teniente coronel Varela volvió con una parte de sus tropas a Buenos Aires; el resto quedó controlando posibles nuevas insurgencias, pero según informa el diario La Prensa, del 25/1/1922, el remanente militar tuvo que ser trasladado debido a que “se hacía imposible la vida a causa del elevado precio alcanzado por los artículos de primera necesidad”.

Se comprende entonces que en enero de 2006 los petroleros hayan decidido reclamar el cese del descuento con un piquete en la ruta. Nadie, ni las petroleras ni el gobierno ni el sindicato, se hizo cargo. La única respuesta fue la detención, el 7 de febrero, de uno de los dirigentes de base de los obreros. Casi todo el pueblo de Las Heras fue a la comisaría local a reclamar su liberación cerca de la medianoche. En vez de entablar algún tipo de negociación con los manifestantes, la policía les dio la bienvenida con gases y balas de goma. Alguien, todavía no se sabe quién, respondió con balas de plomo y en el desmadre apareció muerto el suboficial Sayago, “un mártir de la democracia”, según Luis Tibiletti, secretario de Seguridad de la Nación.

El gobierno esta vez no mandó al ejército para reprimir sino a la Gendarmería, pero desde entonces Las Heras está bajo un régimen militar: patrullajes permanentes, allanamientos violentos, presiones de todo tipo sobre los vecinos, detenciones arbitrarias, torturas a los detenidos. Todo vale para amedrentar y para intentar resolver la evitable muerte de Sayago. Pasados ya treinta días, la caza de brujas continúa y la justicia no tiene todavía a quien colgar en la plaza pública.

PIQUETES BUENOS Y PIQUETES MALOS

Como es ya tradicional, desde los medios, sin perder tiempo y sin detenerse en confirmar las primeras informaciones, se responsabilizó del asesinato del policía a los trabajadores que estaban protestando. Clarín tituló el 8 de febrero: “Violento reclamo salarial: un muerto”. La Nación, por su parte, el mismo día se despachó con esta andanada: “Asesinan a un policía tras un violento piquete en Santa Cruz”, “Manifestantes del gremio petrolero que exigían la libertad de un dirigente golpearon y balearon a un suboficial”, “Piquete trágico: violenta refriega en Las Heras”, “Furia y caos sellaron la peor noche de Las Heras”. Se puede apreciar, por enésima vez, la intención de criminalizar cualquier tipo de protesta, atribuyendo características estigmatizantes (“violento piquete”, “violento reclamo salarial”, “piquete trágico”, “violenta refriega”) a la protesta de los trabajadores petroleros (ver “Crisis, protesta social y medios” y “Violencia es mentir”, en www.contracultural.com.ar).

En este sentido, es necesario remarcar que en la actualidad en los medios de comunicación masiva se desarrolla una verdadera lucha de clases, que tiene como objetivo naturalizar un sentido que controle y rechace cualquier tipo de expresión de protesta, venga de donde venga y tenga las razones que tenga. Por ejemplo, en su nota editorial en Clarín del pasado 12 de febrero, Eduardo van der Kooy, analizando la tensa situación en Santa Cruz luego de los sucesos del día 7, nos advierte: “La realidad indica (sic) que un número importante de esposas de policías militan hoy en la izquierda y organizan mitines en reclamo de mejores salarios para sus maridos” (en negrita en el original). En primer lugar, en lo que se refiere al origen de esta información, ¿en qué código de ética periodística se admite que “la realidad” puede ser citada como una fuente autorizada? En segundo lugar, si lo que dice van der Kooy es cierto, ¿qué tiene de malo que familiares de los policías –que también sufren la desigualdad en la distribución de la riqueza- militen en la izquierda y reclamen por mejores salarios?

Es evidente que a este periodista le encantaría que la organización popular y las protestas fueran limitadas, porque hay –sostiene- “demasiados conflictos (que) van adoptando la metodología piquetera”. Esto es cierto y muy saludable por cierto, porque demuestra que una práctica de protesta tan desprestigiada terminó siendo adoptada por los mismos que la rechazaban. Y así, para mencionar dos ejemplos del mes de febrero, pasajeros retenidos por un conflicto gremial en una empresa de ómnibus de larga distancia realizaron un piquete en la Terminal de Retiro, en Buenos aires; y los vecinos y turistas de la zona de los acantilados, en Mar del Plata, cortaron la ruta para protestar por la falta de obras de infraestructura en las playas. En ambos casos la información no estigmatizó a los manifestantes –predominantemente de clase media- sino que se puso de su lado en contra de las autoridades, lo cual viene a confirmar que hay piquetes buenos y piquetes malos: los buenos son los que hace la clase media, los malos son los de los trabajadores y los de los desocupados: ¿acaso no es esto lucha de clases?

A ESTA HORA EXACTAMENTE HAY UN NIÑO EN UN CEMENTERIO

La sanción de la ley que reforma el Consejo de la Magistratura dejó un dato que pone los pelos de punta: gracias al voto de los partidarios del ex presidente Duhalde, Kirchner dispone de un poder que no tuvo ningún presidente desde las primeras presidencias de Perón; y esto porque nunca desde entonces hubo una oposición tan atomizada.

Esta situación, y el hecho de que muchos conflictos, como el de los petroleros de Las Heras, son ignorados por los burócratas vendidos de los sindicatos, debe mover a la reflexión general acerca de la importancia de fortalecer la democracia directa en todos los ámbitos donde se dispute poder. En este sentido, la firmeza y la horizontalidad de la asamblea de vecinos –no de “ambientalistas”- de Gualeguaychú es un ejemplo a seguir.

La Argentina se desangra por sus venas abiertas. Aunque los quieran ocultar, hay conflictos diversos en todas partes que, con una generalización extrema, se podrían sintetizar así: hay unos que se quieren apropiar de toda forma de riqueza (petróleo, tierras para plantar soja, tierras para emprendimientos inmobiliarios, acuíferos, y otros recursos naturales), y otros que tratan de conservar lo poco que tienen. Es una batalla desigual y feroz, donde los muertos siempre están en el mismo bando, el de los débiles.

La muerte de Sayago no es una excepción sino una confirmación de lo antedicho; sin embargo no iguala las cosas, a pesar de que van der Kooy reclamó que “este caso tome el mismo rumbo que adquirieron los asesinatos de Kosteki y Santillán en la estación Avellaneda”. Esta teoría de los dos demonios sui generis es falsa: la violencia está siempre primero en los que oprimen.

Unos días antes de que mataran a Sayago en Las Heras fue asesinado un niño en Santiago del Estero (ver esta misma edición). Lo mató un custodio privado de unas tierras que un terrateniente arrebató por la fuerza a los humildes campesinos del lugar. El niño no formaba parte de ninguna protesta, su “delito” fue circular en bicicleta con su tío cerca del campo ilegalmente apropiado.

Mario Ezequiel Gerez tenía 5 años y recibió dos disparos en la nuca.
Sobre este asesinato, silencio absoluto en los medios y en el gobierno.

(tomado de www.estoestucuman.com.ar)

No hay comentarios.: