martes, enero 13, 2009

Como estoy, donde voy. Chau Sokol.

Martes, 13 de Enero de 2009

MUSICA › A LOS 49 AÑOS MURIO AYER ALEJANDRO SOKOL

El triste final de una vida agitada

Una indisposición, mientras esperaba un micro en la terminal de Río Cuarto, lo llevó a la muerte. Estaba por grabar un disco con su nueva banda, El Vuelto. Cronología de un personaje entrañable del rock argentino.

Por Cristian Vitale

(...) Y el rock lo va a sufrir mucho. Porque Sokol era un tipo al natural. Cero pose. Casi el antilook con cara, ropa y códigos de rockero de la calle. Se lo podía ver caminando, apenas oculto tras unos anteojos negros marca Acme, en el barrio que fuera. Con el pelo corto –de ahí lo de Bocha– o con el pelo largo y un increíble parecido a Carlos Monzón. Tomando cerveza en Hurlingham, o un helado bajonero –de limón– en Corrientes y Esmeralda o un fernet matador en González Catán. Siempre con esa cinética de la simpatía que se manifestaba en hoyuelos, en los lindes de la cara. Con el saludo en la punta de los labios. Sokol era así: el Bocha. Mirada de halcón y cierta timidez de origen que debía, sí o sí, ocultarse tras la pesada armadura de los excesos. Vago pero querido. Cierta vez, antes del choque y con Basta! recién salido, fue el artífice de que Las Pelotas no se reuniera, completo, en la famosa quinta de Hurlingham. Faltaba él y ninguno de sus compañeros sabía dónde estaba, ni a qué hora iba a ir, ni siquiera si iba a ir. Nunca llegó. Y hubo que insertar una foto de archivo para simular una suerte echada. Estaba en un bar de la zona, con sus amigos. “Y viste cómo es él... muy volátil”, decía Daffunchio, resignado. Otra vez, ya fuera del grupo y consolidando –a los tumbos– su criatura propia, El Vuelto, tardó dos horas en llegar a una rueda con medios nacionales. Se había colgado hablando con Ojos Lejos, un personaje habitué de Hurlingham. “Es mi pueblo, estoy cómodo. Yo pienso que el barrio une, genera una amistad enorme. No podés ni querés dejarlo así nomás. A los 20 años yo era como un barriletito, andaba vagueando por estas calles, tocando la guitarra”, dijo aquel día.

Una cualidad natural. Una mística. Porque si hay algo que Sokol heredó de Luca Prodan fue la disposición natural a enredarse con personajes de la calle, sin distinción de estratos ni conductas. Logró generar, sin proponérselo, claro, una mística de la presencia más que una épica de la ausencia, como acostumbran ciertos ídolos del rock. El, que había sido parte de la primera formación de Sumo, cuando Prodan lo concibió –recién llegado al país– en 1981, nunca aprovechó el mérito para brillar con su historia personal. Fue testigo de las pesadillas de Luca en el proceso post-heroína. Fue compañero de base –al bajo– de la baterista inglesa Jonathan Nuttal. Y fue, según él, el que de amigo le enseñó a tocar ¡“Confesiones de Invierno”! a Daffunchio, poco antes de que éste, cuñado de Timmy, fuera invitado a integrarse a Sumo. “Conocí a Luca en Hurlingham, y me parecía un tipo extraño, tal vez porque venía de afuera. Tenía una actitud muy sufrida, como si tuviera una revolución por dentro que no podía sacar. El primer saludo fue amargo, después le caí bien y terminamos siendo amigos... aunque no como los del barrio. A mí, para contar los amigos me sobran los dedos de una mano. Fue buena onda, una cosa de compartir momentos juntos”, dijo (...)

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